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Tu Rincon Animal
- Anfibios y Reptiles.
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Los anfibios y reptiles son quizás uno de los grupos de vertebrados que menor interés han despertado en el hombre, a pesar de que en nuestra mitología y en nuestro estomago (numerosos reptiles y anfibios han sido y son un componente regular de la dieta en muchos lugares) siempre han estado presentes. El desconocimiento generalizado existente acerca de este interesante grupo de animales, ha permitido que la situación crítica de sus poblaciones no alcance nunca el grado de preocupación conservacionista que existe en la sociedad respecto a otras especies más emblemáticas, a pesar de que anfibios y reptiles son elementos clave en la salud de los ecosistemas.
Recientemente se está considerando a los anfibios y reptiles como un grupo muy idóneo de bioindicadores de la salud y calidad de los ecosistemas. Por medio del estudio y conocimiento de ciertos aspectos de la biología de estos animales podemos evaluar el efecto que los cambios en el medio tienen primero sobre sus poblaciones y luego sobre el ecosistema en general, y así sugerir posibles medidas de conservación. Los motivos que hacen que estos animales sean más sensibles a las alteraciones del medio y que actúen como verdaderos bioindicadores son varios. Por citar algunos, tanto anfibios como reptiles son pieza fundamental en las relaciones de los ecosistemas, ya que son a la vez depredadores y presas de otros animales. Debido a su estrecha vinculación con el medio terrestre y/o acuático y su limitada capacidad de desplazamiento (ya que están estrechamente ligados a sus biotopos de reproducción), son animales muy sensibles a las alteraciones locales del hábitat. Los anfibios además presentan una doble vida, terrestre y acuática que les hace acusar cambios en ambos medios; su pieles son muy permeables y sus huevos se hayan más expuestos a los factores exógenos pues no poseen una cubierta rígida que les aísle del medio.
Los científicos están constatando en los últimos años un descenso muy acusado a nivel mundial de las poblaciones de anfibios y reptiles. Las causas son muy variadas y no todas conocidas. En el caso de los anfibios varios factores globales, entre los que destacan la lluvia ácida, el calentamiento global y la perdida de la capa de ozono son grandes responsables de este descenso en sus poblaciones. Pero sin duda el principal factor de amenaza con el que se enfrentan tanto las poblaciones de anfibios como de reptiles es la perdida y alteración de sus hábitat. La transformación de los espacios naturales en macro cultivos, el riego de los cultivos con pesticidas, el vertido de contaminantes a las charcas, el elevado número de atropellos, la urbanización descontrolada y los incendios, son solo algunos de los principales factores que más directamente son responsables de la disminución de sus poblaciones.
Además, hay que añadir un factor muy importante en la desaparición de estos animales: la extendida practica de matar cualquier animal con aspecto de serpiente o sapo que se encuentre. Los anfibios, y sobre todo, los reptiles, inspiran sin duda en nuestro país más temor y aversión que simpatía. Su desconocimiento ha llevado a tildarlos de animales peligrosos y “malditos”, cuando en realidad no hay motivos para ello.
Entre la herpetofauna española, únicamente las tres especies de víboras pueden considerarse peligrosas para el hombre. Pero su escasez, unido a su carácter esquivo, hace que los encuentros con ellas sean muy esporádicos. Además, la mayoría de las veces las mordeduras de las víboras se pueden evitar con precauciones tan básicas como elementales: en zonas con presencia de estos animales se deben llevar botas o calzado alto y procurar no introducir la mano en cavidades sin asegurarse de antemano que no están ocupadas por una víbora. Las víboras, al igual que todas las serpientes, sólo muerden cuando se les coge o sorprende, en un reflejo puramente defensivo. De cualquier modo, los casos de mordedura son muy raros y no suelen ser graves si se recibe asistencia médica con cierta rapidez.
La animadversión hacia los reptiles y anfibios tiene un fuerte arraigo en la cultura judeo-cristiana, con su máximo exponente en el mito de Eva y la serpiente. Sin embargo, culturas anteriores como la griega, veneraron a los reptiles y supieron reconocer en ellos a unos animales muy útiles en el control de plagas. En nuestro país la repulsa y miedo heredados hacia estos animales, unidos a un gran desconocimiento sobre su vida y costumbres, ha llevado a la creencia de numerosas leyendas negras que, por ejemplo, atribuyen toxicidad a muchas especies inocuas, como las útiles salamanquesas, las culebrillas ciegas o ciertas especies de anfibios conocidos vulgarmente como sapos. En este último caso está muy extendida la creencia de que los sapos escupen veneno y su orina es altamente tóxica para nuestra piel. Nada más lejos de la realidad, lo único que tiene una cierta toxicidad en algunas especies españolas de anuros (ranas y sapos) son las secreciones de su piel, que en el caso de entrar en contacto con la boca o los ojos no provocarían algo más grave que una simple irritación.
Para evitar la persecución y odio hacia estos animales, es necesario fomentar el conocimiento de estos animales, aprendiendo a apreciar los beneficios que generan al controlar las poblaciones de insectos y roedores y dejando de juzgar a estos animales por su estética desde un punto de vista antropomórfico, sino por el importante papel que ocupan en nuestros ecosistemas. Con este y otra serie de artículos que pretendo realizar sobre su biología, espero contribuir de algún modo a ello.
Sapo común (Bufo bufo)
Víbora hocicuda (Vipera latastei)
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LA TORTUGA COMO MASCOTA:
Las tortugas son animales vertebrados, junto con los mamíferos, aves, anfibios y peces, ya que poseen un esqueleto óseo y una columna vertebral.
Las tortugas forman parte de la clase de los reptiles y comparten con las serpientes, lagartijas e iguanas entre otros, algunas características como lo serían el que tienen sangre fría, piel cubierta de escamas o escudos, etcétera. Y dentro de los reptiles, las tortugas pertenecen al orden de los quelonios que se caracterizan por tener un caparazón duro que cubre los órganos internos del cuerpo.
SU FAMILIA Y SU ANTIGÜEDAD:
Las tortugas existen desde hace 280 millones de años. Los fósiles de tortugas más antiguos que se han encontrado nos indican que pertenecieron a una época de la historia de nuestro planeta, conocido como período Triásico, lo que significa que ya existían en la época en que aparecieron los grandes dinosaurios y que sobrevivieron a ellos. Aunque estas tortugas no eran exactamente iguales a las que conocemos ahora, han tenido pocos cambios y eran básicamente similares a las que tenemos ahora.
El orden de los quelonios cuenta con un total de 250 especies, agrupada en nueve familias que habitan lugares con climas tropicales a templados, en zonas pantanosas, ríos, lagos, bosques. La mayor parte de las especies son acuáticas y terrestres y algunas pocas son marinas.
Clases de tortugas.
Dependiendo del lugar en donde viven las tortugas se han dividido en terrestres, acuáticas y marinas. Existen pocas diferencias entre las tortugas terrestres y acuáticas.
Terrestres. Son aquéllas que viven en tierra firme, habitando zonas templadas y cálidas. Su caparazón se distingue porque es más convexo y sus patas estás cubiertas por fuertes escamas para protegerlas de los cambios del medio ambiente. En algunas especies las patas delanteras están adaptadas para excavar profundas madrigueras subterráneas, además les sirven de abrigo contra los cambios de temperatura o las temperaturas muy elevadas y las protegen contra depredadores. Como ejemplo de las tortugas terrestres tenemos a las tortugas gigantes de las islas Galápagos, la tortuga diamante —terrapin diamante– que se localiza en las regiones orientales de México y de los Estados Unidos, la tortuga del desierto –Gopherus polyphenus–, que es una gran excavadora y llega a hacer madrigueras hasta a 10 metros de profundidad.
Acuáticas. En esta división entran la mayoría de las especies y distinguen de las otras especies porque tienen las patas parcial o totalmente palmeadas, es decir, con membranas interdigitales, que les permiten nadar con agilidad. También tienen caparazones más aplanados los cuales les facilitan su desplazamiento en el agua. Algunas de estas especies se pueden adaptar bien a un hábitat terrestre.
La mayoría de estas especies habitan en lugares con climas tropicales y cálidos, cercanos a pantanos, ríos o algún otro cuerpo de agua con abundante vegetación. Entre algunas de las tortugas acuáticas tenemos: a la tortuga caja americana, llamada así porque posee una protección adicional que le permite cerrar completamente su caparazón, las tortugas japonesas, que son las que comúnmente vemos en los acuarios , con sus caparazones decorados con dibujos en negro sobre fondo verde olivo , la tortuga roja o sabanera que la encontramos en México y Centroamérica y la tortuga Tabasco que se caracteriza por su temperamento tranquilo.
Marinas. Son las menos abundantes, viven en aguas cálidas y son muy buenas nadadoras, para ello sus patas se han transformado en aletas: las patas delanteras funcionan para impulsarse y las patas traseras les funcionan a manera de timón para maniobrar. Sus caparazones se han aplanado y han adquirido una forma más hidrodinámica además de poseer la capacidad de poder permanecer hasta un par de horas sumergidas en el agua, ya que han desarrollado un doble sistema especial de respiración. A pesar de ello las tortugas marinas no pueden estar indefinidamente sumergidas y necesitan salir a tomar aire a la superficie. Entre estas tortugas tenemos a la tortuga verde, la tortuga carey y la tortuga boba, todas ellas desarrollan un gran tamaño y un gran peso.
¿Qué comen?
Las tortugas, a diferencia de muchos reptiles, poseen una dieta bastante amplia y aunque ésta varía de unas especies a otras, dependiendo de sus hábitos, cada especie puede sustentarse con una gran cantidad de alimentos.
En términos generales las tortugas son omnívoras, es decir, comen casi de todo, lo que es muy bueno para su desarrollo. Algunas especies tienen hábitos alimenticios más carnívoros cuando son pequeñas, es decir durante los tres a cinco primeros años de vida, ya que los requerimientos de proteína en estas épocas son mayores que cuando son adultas y en esta segunda etapa van adicionando a su dieta vegetales y frutas.
Una dieta normal de tortugas terrestres incluye insectos como grillos, pequeños mamíferos y aves, lombrices de tierra, plantas y hierbas silvestres de la región, frutos y vegetales.
La dieta de las tortugas acuáticas incluye pequeños peces, moluscos y crustáceos, insectos propios de las zonas pantanosas, pequeños mamíferos plantas acuáticas y hierbas silvestres.
Las tortugas acuáticas pueden ser herbívoras y se alimentan de algas y hierbas marinas o pueden ser carnívoras y se alimentan de peces o de invertebrados como crustáceos y moluscos.

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